Hay una línea que separa casi todo. A veces es una membrana,
otras un alambre de pinchos y otras un borde que te coloca directamente ante el
abismo.
El límite entre la naturalidad y la mala educación, entre ser agradable o resultar
un payaso, ser culto o un pedante. Hay líneas que separan mi libertad de la tuya.
Fronteras de mierda entre pueblos, como si ser
pueblo fuese algo.
Parece que todo va de
levantar muros y de horadar la tierra creando vacíos.
No encajas, no sirves, no cumples los requisitos, te falta
esto, te sobra lo otro.
Eres de los nuestros.
Catalogar, clasificar, enjuiciar, no mezclar, proteger una
esencia inesixtente.
El orden de los cojones, planificar y cuadricular ciudades, levantar
líneas en el espacio que se han convertido en cubos, depósitos de insatisfacción. Refugios en los que seguir
tensando cuerdas que se rompen y deshilanchan creando nuevos límites.
A mí me gustan las líneas curvas, las sinuosas, las que
desaparecen como el Guadiana, las que, como el horizonte, existen por ser pura
fantasía.
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