miércoles, 29 de abril de 2015

Cuadro casi muerto



Esta mañana,  mientras tocaba una copla, ha venido Camarón. Iba muy elegante, con  sombrero en la mano, un  chaleco abierto y, al cuello, pañuelo blanco de hilo. Se ha asomado a mi ventana y me ha dicho: eso que tocas es muy bonito, niña, sigue tocando un poco, que yo te canto, pero cambia a mayor, anda,  que le demos brío.

¡Ay José!,  si yo sueno a menor, he conseguido subir medio tono en los últimos tiempos, pero sigo en mi relativo. 

Nos hemos fumado un cigarro camino del molino.  Le he contado que el sábado estuve con Falla y con Federico, y que hasta la paloma que tanto se equivocaba no quiso quedarse en el nido. 

Ha salido la molinera y me ha dicho: esa pena que cantas es hermosa,  me recuerda a los antiguos,  pero no suena flamenca, ¿y si la haces en seis por ocho o le metes un frigio? Espera, espera, que  voy a por los palillos. 

¡Ay molinera, si yo no sé tocar flamenco! Si yo lo que tengo  es una pena muy penosa, una tristeza muy triste y una primavera otoñal; una voluntad muy floja y mucha flojera al andar. 

Camino del Darro nos hemos encontrado a Morente, que me ha saludado diciendo: buenas noches, payica, qué bonito eso que tocas, suena a Cádiz y a Portugal. Sigue, sigue, reina, que yo te hago compás. 

¡Ay, Enrique!, que el alba me dijo que el viento ha de soplar para mí y para quien yo quiera, pero esto me pesa tanto, que ni con la fuerza del huracán. 

Los tres se han quedado mirándome y las hormigas del tronco han dejado de cantar: ¿no has entendido nada?, ¿no sabes aún que en el amor y en la música lo importante es sonar? Ya te lo dijo Demófilo: cuidadito con las aleaciones de metal.

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